La mañana era fría, el verano limeño solía engañar muchas veces de esta manera, la marea en las costas traía una niebla que confundía a los ciudadanos para luego dar paso a un sol abrazador. Para Elsa esta sensación entre frio y calor era reconfortante, era prueba de que aun podía sentir el ambiente, le daba la señal que necesitaba para saber que no era un sueño, que estaba viva.
No recordaba hace cuanto no probaba bocado, mucho menos algo de agua, su cuerpo había sufrido un shock tan fuerte que sus funciones vitales alteraron su ritmo y ello le permitió vivir un poco más, sin embargo la situación se hacía desesperante. Hace unas horas atrás se oyó un fuerte estruendo, una explosión, Elsa no tenía idea de que pudo haber sido pero logró atraer la atención de casi todos los cuerpos que permanecían de pie en el tercer piso de la oficina, de todos menos de uno que seguía perenne observando el horizonte, sus roídas prendas daban paso a una serie de profundos rasguños que revelaban carne mórbida y sangre oscura, su ligero tambalear y un carraspeo que emanaba de su garganta eran advertencia clara de que el reanimado seguía expectante a cualquier presa que encuentre.
Pero Elsa debía salir, confinada a aquel almacén terminaría muerta de hambre y entonces de nada hubiera servido soportar tanto tiempo, pero en aquella oficina no había nada letal con que defenderse. Aun así se deslizó hasta la puerta y la empujo lentamente, las bisagras no hacían ruido y ella tenía todos los músculos tensos, su mirada era fija en la nuca del reanimado que no había notado su presencia, sus ojos clavados en la carne de su objetivo daban la impresión de que dispararían alguna señal mental y le volarían los sesos “eso sería efectivo” pensó para sí misma mientras su esbelta figura terminaba de salir del almacén.
Elsa ponía demasiada atención en el objetivo que tenía delante, graso error, si bien la explosión movilizo a muchos no muertos, hubieron algunos que permanecieron en sus puestos de guardia, ese era el caso de Samanta la joven de limpieza que luego de levantarse, como cascara vacía, se quedó de pie a mitad de escalera entre los pisos, el cadáver de Samanta logró divisar a Elsa que se arrastraba entre los cubículos de la oficina alejándose del único cuerpo, que ella creía, había cerca. Las fauces de Samanta se abrieron y supuró un gel negro con un fuerte olor pútrido que se corrió por la comisura de sus labios, sus garras se retorcían de las ansias y sus ojos lechosos se mantenían firmes en la carne de Elsa. De un momento a otro Samanta desgarró un gruñido desde su rota garganta y enfiló sus apresurados pasos hacia su presa.
Elsa escuchó los agitados pasos desde su derecha, tornó la mirada y se encontró a punto de ser embestida por la furiosa Samanta, rápidamente se reincorporó y corrió hacia el otro extremo, ello despertó el interés del cadáver de la ventana que vio como la presa se escapaba y se unió a la cacería. Para la joven abogada ahora todo se trataba de agilidad, esquivaba muebles y artefactos caídos, saltaba sobre sillas arrumadas y evadía pilas de papeles, detrás de ella los dos cadáveres la seguían con fiera persistencia, al final solo quedaba el cuarto de copias, la última puerta al final del pasillo, el fin del camino, a menos que Elsa supiera volar, no quedaba más ruta.
Ella ingresa al cuarto, cierra la puerta tras de sí y se encuentra con un reducido ambiente donde comulga una enorme fotocopiadora, unos estantes y gruesos bloques de papel bond A4, sin ventanas, sin salida, sin esperanza.
Los reanimados no demoran en derribar la puerta, el seguro terminó siendo un mal chiste para su nueva fuerza sobre humana, al ingresar rabiosos al ambiente se dan con la sorpresa de que no hay nadie, husmean y gruñen coléricos pero no dan con ningún trozo de carne vivo, enajenados por el hambre abandonan el cuarto de copias y siguen buscando. Elsa se asoma desde un agujero en el techo, trepó la pesada máquina, retiró uno de los bloques del techo falso y con sus últimas fuerzas subió por resguardo al claustrofóbico espacio. Elsa estaba a salvo, por ahora.
Créditos: Pandemia Z
0 comentarios :
Publicar un comentario