La jefatura de edición se hallaba en la zona Oeste del edificio del canal, aquella mañana del domingo solo el asistente de producción Mateo Tejada se encontraba revisando cintas pasadas, el noticiero de la noche se disponía a hacer un recuento sobre los mejores goles ahora que andaban camino al mundial pero aquello tuvo que esperar.
El coloso de cemento y acero que refugiaba a uno de los canales más importantes de la televisión peruana se halla en una de las avenidas más transitadas de la capital: la Av. Arequipa, sus carriles que daban abasto a cientos de unidades de transporte que se vieron colapsadas cuando una marea de gente comenzó a irrumpir los caminos diezmando a todo lo que veían a su paso. Para Mateo el alboroto fue tal que obstaculizo su delicada labor, a regañadientes dejó su tarea pendiente para asomarse al ventanal y renegar por no tener paz y tranquilidad.
La primera escena que llegó a sus ojos fue la de una unidad de transporte publico subiéndose a la vereda e impactando contra 2 personas que fueron encontradas de espaldas hacia la calle, sus cuerpos se contorsionaron como si no tuviesen articulaciones y terminaron debajo de la unidad metálica que, no tranquila con el crimen cometido, intentó darse a la fuga evadiendo a otros transportes.
Mateo vio en este suceso cruel y violento la oportunidad de una noticia central, regresó sobre sus pasos a rauda velocidad para tomar una cámara del canal y mientras descendía las escaleras no llegaba a notar como el resto del personal iba en dirección contraria a él, algunos de ellos heridos o con rostros aturdidos de miedo, Mateo solo veía los escalones mientras pensaba en el titular o las preguntas que haría a los testigos, la toma de primer plano de los cuerpos, el morbo que desencadenaría, las subsecuentes aristas que podría desprender y sobre todo que al fin tendría una chance de dejar aquel puesto mediocre que lo tenía estancado y ascender a algo más importante.
Sin embargo cuando al fin se halló en el pórtico del canal su visión se llenó de horror al darse cuenta que el accidente era solo una pequeña pieza de un rompecabezas siniestro y depravado donde la abominación se mezclaba con el sadismo dejando una obra no apto para ningún alma. Frente a él había cientos de hombres y mujeres con furiosos rostros y heridas frescas que propinaban fuertes mordidas capaces de agrietar mentones, perforar brazos, abrir abdómenes y engullir pedazos enteros de carne humana. Mateo retrocedió, tenía la oportunidad de dejar la cámara y correr hacia la seguridad momentánea del edificio, pero en lugar de ello, paso la saliva con aspereza, parpadeo fuerte para limpiarse la vista y enfocó con el lente la primera toma que tuvo al frente.
El destino quiso que lo primero que entrara por la luna de la cámara sea la figura de un hombre de 40 años con ropa de agente de seguridad, el sujeto mostraba serias heridas en el rostro y cuello las cuales exponían carne y tendones, además sangraba a borbotones de un muñón que revelaba los huesos donde antes se hallaba la muñeca izquierda. El demente gruño como si se tratase de una bestia infernal, un sonido extraño casi gutural y enfiló una carrera hacia Mateo.
El prospecto de periodista vio que la escena era muy comprometedora y que su futuro como presentador de noticias se encontraba en peligro, con mayor temor retrocedió unos pasos más hasta que desistió de filmar, bajó la pesada cámara y giró su cuerpo para escapar de su perseguidor, sin embargo no contó con la presencia de otros sujetos en igual o peor estado que le habían cerrado el paso.
Mateo sintió como la sangre de su cuerpo lo abandonaba dejando su rostro frío y pálido, soltó la cámara y esta no se fracturó, por el contrario logró captar los precisos instantes en que el asistente era devorado sin piedad pese a sus reclamos, pese a sus llantos, pese a sus vanos esfuerzos.
Créditos: Pandemia Z
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