Al fin fuera del recinto estaba Elsa, le tomó unos segundos a sus ojos adaptarse a la claridad de aquel día de verano, además su cerebro procesaba la información de lo que veía y reconocía como una ciudad inmersa en un calvario de destrucción y salvajismo, nunca estuvo en un campo de guerra pero lo que veía se asemejaba mucho a cómo debía ser. Pensaba que ahí había ocurrido una masacre “¿esto pasaba en todo la ciudad? ¿En todo el mundo?” Se preguntaba, pero sus meditaciones se vieron interrumpidas por un fuerte mareo que hizo que tambaleara unos pasos, retrocedió hasta una baranda de metal para discapacitados y sus tripas comenzaron a reclamar comida de inmediato, fue consciente de que no podía hablar pues su garganta estaba seca, hasta sus venas parecían contener arena en lugar de sangre. Entonces recordó el supermercado cerca de su trabajo, y pensó que hallaría comida, Elsa aun no sabía las nuevas reglas de este mundo: los lugares públicos ahora son centros de reunión de la muerte andante.
Decidida a saciar su hambre antes de morir, Elsa camino con mucho esfuerzo hacia el negocio, sus pasos eran cansados, si alguien la hubiese visto inmediatamente la hubiesen confundido con un espectro de carne y hueso de esos que salían en las películas antiguas de muertos vivientes, arrastrando sus pasos, sintiendo todo el peso de su demacrado cuerpo.
Mientras ella avanzaba gruñidos y más explosiones tardías ocurrían a lo lejos, la carnicería aun no terminaba, en los días que estuvo recluida en su lugar de trabajo el mundo fue devorado por millones de cuerpos sin vida que añoraban engullir carne viva, pero los humanos no perdieron la lucha de la noche a la mañana, muchos, al igual que ella, quedaron recluidos y comenzaban a salir en busca de suministros, los muertos los esperaban, rabiosos y deseosos los olían, los veían, los detectaban, los cazaban.
Mientras llegaba a su destino podía sentir el calor de las llamas de autos incendiados, el crujir del metal y otros elementos que eran retorcidos, lo más impactante fue ver gente dentro de estos vehículos, pasajeros que estaban envueltos por el fuego y que, incapaces de salir, extendían sus mórbidas garras a través de los espacio libres, aun se movían pese a que cualquier humano vivo no podría hacerlo, aquella imagen le secó la mente, al diablo la lógica, lo que había pasado en el mundo era simplemente irracional y absurdo, sin embargo ahí se encontraba ella, a mitad de avenida, en medio de una capital tragada por el infierno.
Al fin tiene el establecimiento delante de ella, las puertas habían sido violentadas y desperdicio de comida y otros elementos adornaban una entrada cubierta por cuerpos mutilados, vísceras que pintaban un macabro escenario como una alfombra roja retorcida y enferma, los vidrios atravesaban varios miembros y una camioneta se hallaba ladeada perdiendo aceite con un piloto atrapado y furioso, el hombre abría y cerraba la mandíbula con fuerza y sus brazos querían llegar al cuello de Elsa pero no podía liberarse, de la rabia que usaba para zafarse terminó golpeándose el rostro contra el timón y se abrió la piel de la frente, un líquido espeso comenzó a surcar la herida pero el sujeto seguía empecinado en atraparla.
La abogada estaba dentro del supermercado, otro escenario sacado de pesadillas, casi todo destruido, desordenado, sucio, gris y espeluznante, lo primero que vio en una de las cajas registradoras fue un empaque de cartón de jugos, fue por él y sin agitarlo lo destapó, bebió el contenido como si se tratase de ambrosía, sin respirar ni detenerse; arrojo el paquete una vez terminado, sus ojos se avisparon y siguió su búsqueda de suministros, muchos productos perecibles ya presentaban enjambres de alimañas como moscas y cucarachas así que ingresó más al recinto y vio con alegría los paquetes de galletas y otros alimentos manufacturados, se sentó de cuclillas y devoró lo que halló cerca, paquete por paquete los abría y comida sin descanso, atiborrando su estómago que no había percibido nada en días, su cuerpo sentía el choque de los nutrientes y le pedía paciencia para procesarlo todo pero las ansias de Elsa le impedían detenerse.
Al atragantarse con el alimento no pudo evitar expulsar un eructo y deslizó una sonrisa satisfactoria por haber sobrevivido, pero ese ruido se confundió después con el de unos pasos que veían detrás de ella.
Elsa giró la mirada pero lo único que llegó a ver fue la culata de una escopeta que atropelló su rostro y el dejo inconsciente.Créditos: Pandemia Z